*Por
Carlos Mota
México, ¿una marca devaluada? Pese a los optimistas discursos
gubernamentales, México se devalúa cada vez más como marca país. Aquí
identificamos las razones del declive.
Una cortesía de

En su edición del 18 de marzo pasado, la prestigiosa revista The Economist
publicó un artículo titulado “Still keeping it in the family”. En él, el
semanario inglés dio cuenta de un fenómeno perenne en los negocios en México: la
deliberada decisión de las empresas de nuestro país por conservar su estructura
familiar. El reportaje versó sobre Antonio Chedraui, cabeza de la cadena de
autoservicios que lleva su apellido y que su padre fundara décadas atrás.
Chedraui es uno de los corporativos más conocidos en México. Es familiar a
morir.
La estructura tradicional de empresas familiares en México es sólo una de las
cinco aristas que caracterizan a nuestro país y que inhiben o facilitan la
inserción de nuestra economía en el mundo globalizado. En particular, podemos
identificar las siguientes cinco dimensiones para ubicar el atractivo específico
de México frente a otras naciones: el grado de desarrollo institucional, la
disponibilidad del capital humano y movilidad del talento, la estructura
familiar de las empresas mexicanas, la generación de conocimiento específico y
el acceso al capital.
Grado de Desarrollo Institucional Para que un país sea atractivo a la
inversión, es necesario cierto grado de formalidad en sus instituciones. Esta
dimensión rebasa la seguridad jurídica, que tradicionalmente es vista como el
factor limitante para la atracción de firmas extranjeras. El tema es mucho más
complejo, e involucra instituciones como el sistema educativo en su conjunto, la
capacidad del país para ejercer y respetar el voto democrático, el marco fiscal
y su permanencia en el tiempo, el clima de negocios que propicia la comunidad
industrial y la fortaleza del sistema de discusión intelectual para propiciar
que el país avance.
En México todos estos factores se cumplen de manera limitada. El sistema
educativo deja aún mucho que desear, y la rendición de cuentas en el sector
permite presumir opacidad. Baste recordar que a mediados de marzo pasado el
diario Reforma publicó en su primera plana que a pesar de la ley de
transparencia, la Secretaría de Educación Pública no estaba haciendo públicas
las evaluaciones de las escuelas e institutos. Sin un sistema educativo
transparente y dinámico, el atractivo del país se erosiona para posicionarle con
fortaleza en el concierto competitivo internacional.
En materia de democracia –por lo menos, democracia electoral-- México
aprueba. Nuestro país transitó pacíficamente hacia un sistema tripartita, algo
que hubiera costado sangre en otras latitudes. La inversión extranjera es
seducida cuando observa este fenómeno, y no fue gratuito que el mundo entero
celebrara la solidez democrática de nuestro sistema, a pesar de sus fuertes
limitaciones por la falta de acuerdos en reformas sensibles.
El marco fiscal mexicano es un verdadero desorden y genera incentivos
negativos a la fortaleza de la nación como marca atractiva. Las señales que
envía el Congreso cambian año con año, y no es secreto que la reforma fiscal
integral es el tema más pendiente de cuantos aquejan al país para apuntalar su
desarrollo. Hasta los países de la ex Unión Soviética han atraído inversiones
sólo con haber simplificado su estructura fiscal al homologar tasas para el
valor agregado y para la renta.
El clima de negocios y la comunidad industrial al mando de la opinión del
sector empresarial también limitan a México. Los líderes empresariales de las
cámaras suelen ser advenedizos políticos sin una trayectoria empresarial sólida.
Nunca destacan por el éxito de sus empresas, a excepción del Consejo Mexicano de
Hombres de Negocios. La mayoría de los presidentes de las cámaras las utilizan
de trampolín político. Cualquier extranjero que observe este fenómeno es
fácilmente ahuyentado por el zoológico político empresarial que se observa en el
país. Pero la carencia de discusión intelectual sobre los negocios es el peor de
los lastres que aquejan al México empresarial. Los ejecutivos de empresas
multinacionales suelen tener una visión muy técnica de su negocio y muy limitada
de la vida sociopolítica del país. Como resultado, el mundo de las ideas y los
intelectuales difícilmente entra en una discusión abierta con el mundo de los
negocios. Cuando cada sector organiza discusiones para discutir el futuro de
México, nunca coinciden. Se habla de países distintos. Finalmente, se encuentra
el tema de la inseguridad jurídica. Es cierto. Es el más perverso de los
malestares que expulsan de México a cualquier inversor. Las leyes mexicanas
suelen estar bien diseñadas, pero el aparato judicial opera con esquemas
demasiado lentos y la procuración de justicia tiene estándares de risa. Ningún
empresario extranjero debe soslayar este fenómeno antes de invertir aquí.
La disponibilidad de capital humano y movilidad de talento La firma Gas
Natural de España, con amplias inversiones sobre México, ha encontrado
dificultades para realizar un movimiento sencillo. No se trata de modificar una
red de distribución de gas, o de hacer mercadotecnia diferente para el mercado
mexicano. No. Se trata de convencer a sus ejecutivos regiomontanos de mudarse a
la Ciudad de México. Menudo lío. La gente en el país no gusta de mudarse de
ciudad, menos de país. El capital humano, donde está, permanece.
Es un factor limitante severo para el desarrollo del país. Ni los chilangos
se mudan a Monterrey ni los tapatíos a la capital de la República. Ello explica
la aglomeración de ejecutivos en una zona estrecha. Hasta los cazatalentos
encuentran en sus candidatos pretextos innumerables para mudar ejecutivos
exitosos. Si las empresas multinacionales no pueden moverse en el territorio
nacional con comodidad y libertad de mudar ejecutivos, despreciarán este mercado
para establecer más inversión aquí. No se trata de un tema de maquiladoras que
un mes están aquí y al siguiente no. Por el contrario. La cultura no ha
privilegiado la individualidad como valor universal entre los mexicanos. Por
tanto, la familia inhibe el desplazamiento de jóvenes a ciudades que podrían
haberse convertido en focos de desarrollo
La estructura familiar En el artículo de The Economist referido al inicio, se
establece el deseo explícito y deliberado de la familia Chedraui de continuar
operando con una estructura familiar. Es una tragedia, pues las relaciones de
confianza que se establecen al interior de ese grupo, nunca abrirán el paso a
profesionales que con talento quieran aspirar a los cargos directivos.
Chedraui es una de las empresas más importantes de capital mexicano. No
obstante, nunca permitirá que el mejor talento escale posiciones relevantes al
interior de la organización. Primos, tíos y yernos cerrarán el paso a otros que
pudieron ser más talentosos. Es la historia de muchas empresas mexicanas, que
continuará. Cualquier empresa multinacional que desee asociarse con una mexicana
verá con recelo la estructura familiar de control y operación. No es el caso de
todas. Vitro se asoció con Anchor Glass y tuvo éxito. Ocurrió lo mismo con Grupo
Modelo, con Comercial Mexicana y con varios de los bancos que hoy dominan
extranjeros. Pero esos son la minoría de los ejemplos. Para que México despegue
es necesario que el empresario mediano abra su estructura familiar a la
profesionalización, lo que puede generar confianza para que firmas extranjeras
le busquen y se asocien.
El caso de Guadalajara es muy ilustrativo de los límites que tiene el
ejecutivo extranjero cuando busca a alguien en México. Durante un lustro se
consideró pretenciosamente a esa ciudad como la cuna de la tecnología en el
país. Pero lo perdió frente a India, que atrajo a decenas de call centers y
centros de maquila de software para desarrollar sistemas con mano de obra
barata. Es decir, ni siquiera los estadounidenses hallaron terreno amigo en
suelo tapatío para aliarse en materia tecnológica. Prefirieron a indios y
chinos, cuya lejanía no fue obstáculo para establecer alianzas que aquí no se
lograron.
La generación de conocimiento específico México genera pobre conocimiento.
Los productos de consumo que aquí se venden suelen ser extensiones
tropicalizadas de bienes y servicios que fueron exitosos en otros mercados. Si
no fuera por un puñado de productos como salsas o comida industrializada tipo
tortillas, estaríamos hablando de una copia de carbón de estrategias de
mercadotecnia inventadas principalmente en los Estados Unidos. Acaso el único
conocimiento específico de este mercado consiste en la resistencia de las amas
de casa para dejar ese estatus y del varón nacional para dejar de ser macho.
Muestra de ello son los anuncios publicitarios que cualquier mañana se observan
en el televisor sobre los artículos de limpieza. Siempre dirigidos a mujeres.
¿Cómo va a ser atractivo México si en turismo o petróleo —los dos sectores
supuestamente más promisorios— simplemente imitamos y no lideramos?
El 4 de abril pasado el gobierno del estado de Quintana Roo aplaudió que
llegarán a ese territorio diez mil millones de dólares en inversión para lugares
como Cancún y Playa del Carmen. ¿Las empresas? Puras desconocidas. Excepto
Liverpool, que abriría una tienda en meses venideros.
La celebración sobra. La mayoría de las inversiones anunciadas, incluida la
de esa tienda departamental, consiste en plazas comerciales típicas. Pura
basura. El polo turístico de atracción de europeos y estadounidenses no logra
proveer conocimiento específico en las inversiones que llegarán. ¿De qué sirve
para Cancún un nuevo Liverpool? Servirá a la población de la zona, no a la masa
turística que año con año inunda el caribe mexicano.
Con la excepción de parques como Xcaret o Xel Ha, la Riviera Maya está llena
de individuos que descansan en las bellezas naturales y arqueológicas de la
zona. No se crea conocimiento nuevo en materia turística para apuntalar a la
zona. Es una pena. Y ocurre lo mismo con otras industrias. Las universidades por
ejemplo, se han convertido en institutos de capacitación técnica para la
formación de profesionales útiles. Qué bueno, pero la generación de conocimiento
específico y de investigación nacional sigue siendo limitada, a pesar del tamaño
de la economía. Asimismo, el I+D de las empresas deja mucho que desear. El
empresario exitoso se embolsa el dinero de la utilidad y nunca pone prioridad en
desarrollar nuevos productos.
El acceso al capital México necesita formar parte del flujo de capitales
mundial. Ocurre a medias. Mientras las firmas multinacionales —y principalmente
las estadounidenses— acuden a este mercado para comerciar commodities, las
mexicanas siguen entrampadas en el mercado interno, con nula exposición a otras
naciones.
Ello ha impedido la exposición que deberían tener los empresarios y
ejecutivos mexicanos a otras formas de financiación. Dado que las firmas
prefieren financiarse con utilidad propia, nunca abren el capital accionario a
inversores de riesgo que apostarían por este mercado. La queja continua de los
banqueros de inversión en México es que no hay planes de negocios robustos ni
una masa crítica de empresas suficientemente amplia para discriminar con holgura
a firmas con potencial de las que no lo tienen.
No es casualidad que hace unos meses la revista Líderes Mexicanos,
especializada en realizar perfiles de grandes personajes nacionales, obtuviera
una entrevista exclusiva con Pedro Aspe, director general de Protego, firma de
asesoría financiera. En ella, Aspe reveló por qué concedía la interlocución:
para hablar de Protego. No de él, no de su experiencia como Secretario de
Hacienda. No. De Protego.
Es sencillo explicar este fenómeno de promoción empresarial. Los canales de
comunicación entre los inversores y las empresas familiares son inexistentes.
Para una firma como Protego que busca acuerdos jugosos en mercados que deberían
ser dinámicos, ha resultado frustrante el estancamiento de la banca de inversión
en el país. El sistema en su conjunto está roto: empresarios familiares ahogados
pero que no quieren abrir el capital, y consumidores con inteligencia limitada
que no castigan al empresariado que no brinda calidad de clase mundial en sus
productos.
¿Quién puede asegurar un futuro para Chedraui? ¿Su familia? ¿Los sobrinos y
yernos que llegarán a conducirla en el futuro?
¿Quién puede asegurar un futuro atractivo para México, con flujo de inversión
equivalente al de cualquier país con este tamaño de economía? ¿Los jueces que
imparten sentencias en materia de negocios?
¿Quién puede garantizar que la movilidad de los ejecutivos mexicanos se
incrementará cuando las mujeres siguen persiguiendo esquemas que parecían haber
quedado en el olvido hace un par de décadas y los machos se niegan a cooperar en
casa, prefiriendo el rol de varón proveedor?
¿Qué futuro tiene México como destino atractivo?
*Carlos Mota es colaborador de Intermanagers.com y columnista de negocios de
Milenio Diario. motacarlos@aol.com

Mota Carlos, "México, ¿una marca devaluada?" (texto), 2004
http://www.intermanagers.com.mx/archivo/nota.jsp?id=2018
6 de agosto de 2004
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